La carbonera

Una vez un niño, mientras visitaba a su abuelo que vivía en una granja, le preguntó: «Abuelo, yo intento rezar todos los días como tú, pero me canso y, de todas formas, nada cambia. ¿Qué tiene de bueno rezar?».

El anciano sacó los dos o tres carbones que quedaban en la carbonera y le preguntó: «¿puedes ir a la cisterna, llenar la cesta de agua y traérmela?». El chico fue a la cisterna y la llenó, pero cuando volvió la cesta estaba vacía. «Deberías correr más deprisa», le dijo el abuelo y mandó a su nieto a buscar agua de nuevo. El niño intentó correr más deprisa, pero fue inútil porque no quedaba agua en el cesto cuando volvió junto a su abuelo. «Cogeré un cubo», dijo; pero su abuelo le contestó: «No quiero un cubo con agua, sino un cesto con agua. Inténtalo otra vez». El niño quiso demostrarle que su petición era imposible. Hizo todo lo posible, pero fue inútil, así que le dijo a su abuelo: «No tiene ningún sentido, abuelo, es imposible llenar esta cesta de agua».

«¿Por qué crees que no tiene sentido? Mira dentro de la cesta» le dijo el viejo. Miró dentro de la cesta y estaba totalmente limpia. «Así es como trabaja Dios: nos cambia desde dentro, pero no podemos ver su obra si sólo vemos el exterior», dijo.

Al igual que este niño, podemos desanimarnos cuando intentamos cambiar, a veces «corriendo deprisa» como hizo él, pero siempre viendo que nuestra cesta está vacía, lo que significa que seguimos teniendo los mismos defectos, imperfecciones, errores, etc. Puede parecer que la gracia de Dios no obra en nosotros.

Sin embargo, la gracia de Dios siempre actúa en nosotros. El problema es que muchas veces nos fijamos más en las cosas superficiales que en las profundas. Vemos el exterior, en lugar del interior, y nos desanimamos y queremos dejar de esforzarnos por llenar el cesto de agua.

Es cierto que a veces el problema es que no nos estamos esforzando al máximo, por lo que siempre debemos evaluar los medios que estamos utilizando para cambiarnos a nosotros mismos. Pero también es cierto que Su gracia nunca se detiene ni falla, y siempre está trabajando en nosotros, para hacernos mejores personas. Esta historia nos ayuda a comprender que nunca debemos dejar de esforzarnos por cambiar, sino que debemos confiar siempre en Dios y en su gracia.

Homilía Diaria

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