El espíritu de queja.

Una mañana, un viejo indio cherokee estaba hablando con su nieto. En realidad, su nieto se quejaba de «la vida». «¡Oh, mi nieto!» – dijo el viejo indio cherokee – «si la energía que la gente gasta en quejarse, la gastara en cambio en algo constructivo, seguro que habría menos problemas en este mundo.» «Pero, si la gente me ayudara con mis problemas en vez de molestarme, la vida sería más fácil» – dijo el nieto objetando.

«Escucha nieto» – dijo tranquilamente el Cherokee – «todos los problemas del mundo provienen del egoísmo y la avaricia, del orgullo y la falta de humildad» y tras una breve pausa, concluyó: «Cuando naciste, lloraste y el mundo se alegró. Vive tu vida de modo que cuando mueras, el mundo llore y tú te alegres».

Esta anécdota llena de sabiduría popular puede ayudarnos a vivir mejor nuestra vida humana. Según esta historia, hay dos formas de vivir nuestra vida: la opción del nieto o la opción del abuelo, es decir, el espíritu de queja o el espíritu de superación. El primero culpa a los demás de sus problemas, el segundo intenta ser mejor persona cada día.

Cuando nos quejamos, depositamos el control de lo que me ocurre en algo externo que no puedo controlar. Por lo tanto, si no depende de mí, ¿por qué debería hacer algo para intentar mejorarlo? Por eso quejarse se opone a mejorar.

¿Cuál es el problema con el espíritu de queja? Como dice el libro de los Proverbios, el principal problema es que las quejas entristecen en lugar de alegrar (cf. Prov 17:22), nadie que se queja es más feliz después de quejarse. El espíritu de queja entristece al que se queja y a los que escuchan la queja.

Más aún, como dice San Pablo, el espíritu de queja mata: No murmuréis, como algunos de ellos, que sufrieron la muerte del destructor (1 Cor 10,10). A nivel personal y natural, mata la positividad, mata el entusiasmo, mata la iniciativa, mata nuestra salud (tanto física como psicológica), etc. A nivel social, mata el amor a los demás, mata nuestra capacidad de socializar, mata nuestra relación con los demás: familia, trabajo, amigos, etc. A nivel sobrenatural, mata nuestra fe, mata nuestra relación con Dios, mata la gracia de Dios, etc.

¿Cómo podemos vencer el espíritu de queja? En primer lugar, es importante entender el daño que produce en nuestra vida. Normalmente, vemos las quejas como una forma de liberar nuestra negatividad o malos sentimientos. Sentimos que necesitamos quejarnos. Sin embargo, si prestamos atención a los efectos de la queja, veremos que nuestra negatividad o malas emociones no desaparecen. Las malas emociones no desaparecen quejándonos, sino que suelen aumentar.

En segundo lugar, intenta ser positivo. La positividad ayuda a superar los problemas, a encontrar soluciones a los problemas, a ser creativo, a tomar la iniciativa de la situación. Nos ayuda a hablar a los demás que hacen algo mal con amor y no con fastidio.

En tercer lugar, y lo más importante, debemos ver las cosas que nos afectan de forma negativa como parte del plan providencial de Dios para nuestra santificación, lo que significa verlas como algo positivo. Necesitamos cruces para crecer en santidad. La santidad se desarrolla a partir de la cruz de Jesús en nuestras vidas; sin la cruz no hay santidad.

Homilía Diaria

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