Ser coherente

Una vez el famoso científico Louis Pasteur (el que descubrió los microorganismos e inventó el proceso de pasteurización) estaba comiendo con unos amigos y le sirvieron uvas. Todos estaban a punto de comerlas cuando Pasteur les paró y empezó a explicar la necesidad de lavar las uvas antes de comerlas.

Mientras explicaba su teoría de los microorganismos, lavaba las uvas en su vaso de agua. Su explicación fue más larga que el lavado de las uvas. Así que, mientras explicaba, empezó a comerse las uvas. Estaba muy entusiasmado con sus explicaciones sobre las bacterias, los microbios, los gérmenes, etc. Pero sus amigos empezaron a reírse porque acababa de beber agua del vaso donde había lavado las uvas. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, también empezó a reírse.

Cuando nuestro comportamiento no es coherente con nuestras enseñanzas, hacemos reír a la gente en lugar de hacer que cambie su comportamiento. Por eso es muy importante ser coherentes con nuestro comportamiento y no anular nuestras enseñanzas con nuestro mal ejemplo.

Esto es especialmente importante para los cristianos. Los cristianos debemos predicar el Evangelio y si nuestro comportamiento no es coherente con nuestra predicación haremos que la gente se ría en lugar de aceptar la doctrina de Jesús. Acabaremos haciendo lo que hacían los escribas y los fariseos en tiempos de Jesús. De hecho, Jesús advirtió a sus discípulos contra los escribas y los fariseos porque enseñaban cosas pero no ponían en práctica: Todo lo que ellos os mandaren, hacedlo, y guardadlo; pero no hagáis como ellos, porque dicen, y no hacen (Mt 23,3). De estas palabras podemos llegar a la conclusión de que la incoherencia entre nuestras palabras y nuestro comportamiento es algo desagradable para Dios.

Existe otro riesgo cuando no intentamos vivir lo que predicamos. Es el riesgo de cambiar poco a poco lo que predicamos o enseñamos. De hecho, las ideologías son el resultado de intentar cambiar la verdad y hacerla coincidir con nuestro comportamiento. Hay una expresión que deberíamos recordar siempre: el que no vive como piensa acaba pensando como vive.

Homilía Diaria

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