En 1974, mientras se construían las Torres Gemelas, Philippe Petit, un famoso artista de la cuerda floja que se hizo famoso por sus caminatas no autorizadas entre las torres de la catedral de Notre Dame de París en 1971 y del puente del puerto de Sydney en 1973, hizo lo mismo entre las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York.
Con su equipo montó un cable de 440 libras y con una pértiga de equilibrio pasó de una torre a la otra. De hecho lo hizo 8 veces. La historia cuenta que antes de empezar a caminar sobre el cable dijo: «Voy a cruzar el cable, pero necesito vuestro apoyo, ¿creéis que puedo hacerlo?». Todo su equipo dijo que sí. Empezó a caminar, fue a la otra torre y volvió.
Cuando volvió, vio una carretilla y entusiasmado dijo a su equipo: «Ahora cruzaré a la otra torre llevando esa carretilla. ¿Creéis que podré hacerlo?». Su equipo permaneció en silencio, nunca le habían visto hacer eso y dudaban si era capaz o no. Repitió la pregunta y añadió «vamos necesito vuestro apoyo, al menos uno, si uno de vosotros confía en mí, lo conseguiré». Uno de su equipo dijo: «sí, puedes conseguirlo, confío en ti». A lo que Philippe respondió: «vale, si de verdad confías en mí, súbete a la carretilla y ven conmigo». No aceptó la propuesta y Philippe no cruzó con la carretilla.
A veces nuestra confianza en Jesús es parecida a la que esta persona tenía en Philippe. Le decimos en nuestras oraciones «Señor, confío en ti. Creo que todas las cosas ayudan al bien de los que aman a Dios (Rom 8,28)». Sin embargo, cuando sucede algo que no me gusta, en lugar de tratar de entender Su Voluntad, o buscar lo bueno que hay en esto que no quiero, me quejo y le pregunto a Dios «¿por qué me has mandado esto que no quiero?»
Solemos mirar los acontecimientos de nuestra vida pensando sólo en esta vida y no en la vida eterna. Dios piensa primero en nuestra salvación y luego en nuestro bienestar material aquí en la tierra. A veces las cosas que son buenas para nuestro bienestar material no son buenas para nuestra salvación y al contrario también. Por lo tanto, no debemos dejar que nuestro deseo de bienestar ciegue nuestra visión sobrenatural. Debemos intentar descubrir el bien sobrenatural que hay detrás de cada acontecimiento de nuestra vida. Debemos intentar comprender los sucesos cotidianos utilizando nuestra fe y no nuestra visión humana de las cosas.
Debemos estar seguros de que Él nunca nos enviará algo que no sea bueno para nosotros. Jesús lo dijo muy claramente en el Evangelio: Si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre que está en los cielos dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (Lc 11,13). Aunque sea difícil comprender el bien que hay detrás de algunas situaciones difíciles, debemos confiar en las palabras de Jesús, entendiéndolas en el sentido de que Dios nunca enviará algo que no sea útil para nuestra santificación.