No abras esa caja

image

En Alaska, había unas personas que estaban viajando en una avioneta. Al piloto le dijeron que tenía que partir inmediatamente porque se avecinaba mal tiempo. Así que empezó a decirles a los pasajeros (en realidad solo había tres pasajeros; era un avión para cuatro) que pusieran rápidamente todo su equipaje en la parte trasera del avión.

Una mujer, una de las pasajeras, viajaba con un gato en una caja. El piloto le dijo que pusiera la caja en la parte trasera del avión. «No, por favor, mi gato está dentro, ¿puedo llevarlo en mi regazo?». «No, tiene que ir con el resto del equipaje». La mujer no solo le desobedeció, sino que además empezó a llorar. El piloto insistió, pero fue en vano, porque ella seguía sosteniendo la caja de su gato en sus manos y llorando. Finalmente, el piloto dijo: «Está bien, usted gana, pero no abra esa caja». La mujer prometió no abrir la caja, se sentó en el asiento trasero y el avión despegó.

Pero las vibraciones del avión (era un avión pequeño, por lo que se sacudía mucho) y el mal tiempo hicieron que el gato se sintiera incómodo dentro de la caja. El gato empezó a moverse dentro de la caja y ella seguía apretando la tapa de la caja para que el gato no se escapara, pero el gato seguía intentando escapar. Entonces, para calmar al gato, abrió un poco la tapa para acariciarlo. Ocurrió lo que no debía ocurrir: el gato se escapó y empezó a correr por todo el avión, pasando por encima de ella, de los demás pasajeros y del piloto. Nadie podía atrapar al gato y se produjo un gran caos. En un momento dado, el piloto abrió la ventanilla y el gato fue succionado y cayó al abismo.

En nuestra vida también hay cajas que no debemos abrir. Estas cajas son todas las prohibiciones que encontramos en la Ley de Dios, que no tienen por objeto limitar nuestra libertad, sino más bien ayudarla y evitar que caiga en el abismo del pecado, del abandono de la fe, de la mediocridad y la tibieza.

Por lo tanto, debemos estar siempre atentos a nuestros pensamientos, nuestras acciones, nuestros sentimientos, para asegurarnos de que no están tratando de abrir una caja que no debe abrirse, especialmente las cajas de nuestras pasiones que, como el gato, son muy difíciles de controlar una vez que se abren.

Esto se debe a que nuestra voluntad no tiene un control absoluto sobre ellas, sino más bien un control político, lo que significa que tenemos que trabajar en ellas para tenerlas bajo control. Si abrimos la caja cuando ellas quieran, perderemos el control sobre ellas y podría acabar siendo un desastre.

Para no abrir esas cajas, me gustaría dar algunos consejos:

  • aprender a pensar antes de actuar; este «pensar» toma la forma de reflexión, meditación, sopesar fines y medios, buscar consejo (por supuesto, incluyendo la dirección espiritual);
  • tener propósitos e ideales nobles que realmente hagan que nuestros esfuerzos valgan la pena;
  • fortalecer la voluntad con espíritu de sacrificio, sabiendo negarse a uno mismo, con abnegación y espíritu de mortificación.

Daily homily

Resound

Get new publications direct to your inbox.