Nada bueno es fácil (Parte II)

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En mi anterior publicación, comenté las palabras que Martin le dice a Barbara en la película argentina «El cuento de la comadreja»: «Te gustan los tiros fáciles, y nada bueno es fácil».

La escena continúa con Bárbara preguntando: «¿Qué quieres decir?». Martín explica: «Por supuesto, cuando viste el tiro fácil, lo hiciste. Yo te ayudé a verlo […] Luego te señalé este, parecía fácil, así que fuiste a por él. Luego quité el pequeño obstáculo, parecía fácil y volviste a tirar… Deberías haber preparado el último tiro, pero miraste donde yo quería que miraras. Y todo ese tiempo, yo te estaba observando […] ¿La lección? No te limites a ver el partido, observa a tu oponente. El oponente puede ser más peligroso de lo que parece. Puede parecer fácil, pero atacará cuando menos te lo esperes».

Ese es el problema de elegir siempre lo fácil y evitar lo difícil. Tenemos una inclinación natural hacia el placer y, por eso, a menudo podemos sentir la tentación (que en este caso sería el oponente o el enemigo) de tomar el camino fácil. La tentación nos muestra el tiro fácil y nos distrae del difícil, que requiere esfuerzo. Nos lleva de un placer fugaz a otro y, como no observamos a nuestro oponente, no nos damos cuenta de lo peligrosas que son estas tentaciones, eligiendo siempre la facilidad en lugar del esfuerzo.

El camino fácil no parece peligroso, pero ataca cuando menos lo esperamos. Lo que realmente hace es debilitar nuestra voluntad sin que nos demos cuenta. Quienes eligen lo fácil, lo que no exige esfuerzo, desarrollan una tendencia que poco a poco erosiona su fuerza hasta que quedan completamente esclavizados e incapaces de resistirse.

Al igual que los músculos crecen con el ejercicio y se atrofian sin uso, hasta el punto de que las personas que no los utilizan en absoluto pierden la capacidad de moverse, lo mismo ocurre con la voluntad. Si no la ejercitamos a través de elecciones difíciles y llenas de esfuerzo, se debilita hasta que nos falta la fuerza para resistir los placeres fáciles y perjudiciales. Por eso debemos fortalecer nuestra voluntad diariamente a través de actos buenos, pero desafiantes. Solo así seremos capaces de resistir las tentaciones de lo que es fácil pero poco sensato. De lo contrario, siempre seguiremos el camino más fácil, aunque no sea el mejor para nosotros, y acabaremos perdiendo el juego de la vida. Especialmente cuando nos enfrentemos a retos difíciles e importantes, no tendremos la fuerza de voluntad necesaria para superarlos.

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