Matar a un ruiseñor

Creo que probablemente conozcas la gran novela «Matar a un ruiseñor», escrita por Harper Lee. La historia se desarrolla durante la época de la Gran Depresión (1930) en Maycomb, un antiguo pueblo de Alabama. La narradora es Scout Finch, una niña de seis años que vive con su hermano mayor Jem y su padre Atticus, un abogado viudo de mediana edad.

Atticus tiene que defender a un hombre negro llamado Tom Robinson, acusado de violar a una joven blanca llamada Mayella Ewell. Aunque muchos de los habitantes de Maycomb no están de acuerdo, Atticus acepta defender a Tom en el juicio. Otros niños se burlan de Jem y Scout por el desafío que supone para su padre Atticus, y le llaman «amante de los negros».

Atticus consigue demostrar que tanto Mayella como su padre Bob Ewell, que es un borracho, han mentido en sus acusaciones. Aunque hay muchas pruebas de la inocencia de Tom, el jurado lo declara culpable.

Los niños absorben el ejemplo y las enseñanzas de su padre Atticus, especialmente cuando ven sus reacciones, como cuando insiste en no juzgar a una persona hasta haber comprendido los motivos y las razones que determinan su comportamiento: «Si aprendes un sencillo truco Scout, te llevarás mucho mejor con todo tipo de gente. Nunca entiendes realmente a una persona hasta que consideras las cosas desde su punto de vista… hasta que te metes en su piel y caminas con ella».

Me gustaría destacar los dos aspectos de la enseñanza de Atticus: la enseñanza en sí y la forma en que enseña. Creo que ambos aspectos son importantes.

En primer lugar, la enseñanza en sí: Intenta enseñar a sus hijos que el verdadero valor de una persona está en su interior. Si queremos conocer a una persona tenemos que conocerla desde dentro. Las cosas externas pueden ser manifestaciones del interior de la persona, pero no necesariamente. Por eso, cuando necesitamos comprender a una persona, debemos tener mucho cuidado de no juzgarla por cosas externas o superficiales que, aunque son más fáciles de juzgar, pueden darnos una concepción equivocada de esa persona.

En segundo lugar, la manera en que enseña: Sus hijos aprenden de su ejemplo de vida. Aprenden mucho cuando ven las reacciones de su padre; cuando ven que su vida es coherente con sus enseñanzas; cuando ven que lucha mucho por no rendirse incluso cuando muchos otros lo hicieron.

Yo diría que son pequeñas y sencillas lecciones. Lecciones que muchas veces son (o parecen) anónimas. Lecciones en las que quizás nadie se dé cuenta de que están aprendiendo, pero que de hecho están aprendiendo y en el futuro esas lecciones serán muy valiosas para ellos.

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