Un día, Susan fue a visitar a su amigo Michael. Michael, que se mudó de casa de sus padres y de su ciudad natal cuando tenía 18 años, vivía solo. Estaba deprimido, pero ella no lo sabía cuando decidió visitarlo. Ella simplemente le echaba de menos y quería darle una sorpresa, así que no le dijo que iba a visitarle.
Cuando llegó a su casa, no podía creer lo que veía. Su casa estaba hecha un desastre, su salud era un desastre y su vida era terrible debido a su depresión. No había ido al médico, simplemente se había abandonado y lo peor era que no se daba cuenta de que estaba en ese estado.
Afortunadamente, para él, ella era una mujer de carácter fuerte. Así que decidió quedarse con él para ayudarle. Poco a poco fue recuperándole. Por supuesto, él seguía con su depresión, pero recuperó la salud, ella puso orden en la casa, él fue al psiquiatra y empezó a tomar medicamentos que le hicieron mejorar.
Un día, después de varios meses de estar con él y viendo que la situación era mucho mejor, decidió volver a su casa para visitar a sus padres y amigos. Estuvo sólo un par de semanas en casa y luego volvió para seguir cuidando de su amigo. Cuando llegó a su casa, de nuevo no se lo podía creer, todo era un desastre. Todo había vuelto a ser como cuando ella lo visitó la primera vez. En sólo dos semanas había retrocedido en todos los progresos que había hecho cuando ella estaba con él.
Esta parábola nos puede ayudar a entender un poco lo que pasa en nuestra vida si no permanecemos en Jesús. Nuestra vida se convierte en un desastre, y cuanto más lejos estamos de Jesús, peor se vuelve nuestra vida, aunque, como Miguel, no nos demos cuenta. Debemos mantener contacto con las cosas buenas para combatir y vencer las cosas malas; debemos mantener contacto con Jesús para vencer al diablo.
Sin embargo, por contacto con Jesús no me refiero al contacto exterior, como el que tuvo Susana con Miguel en la parábola, sino que hablo de contacto interior. Jesús nos ayuda desde dentro, ya que vive en nosotros, y reforzamos esa presencia de Jesús cada vez que recibimos la Eucaristía.
Esto significa que hay un contacto místico más que un contacto físico, lo que podría hacer que algunos cristianos se confundan acerca de este «estar en contacto con Jesús.» Muchos cristianos piensan que este contacto con Jesús debe ser físico, lo que significa que esperan que Jesús se les aparezca para tener contacto con Él.
Sin embargo, místico significa sobrenatural. El continuamente nos da «empujones (impulsos) sobrenaturales» para movernos a cosas buenas. Necesitamos discernir esos «empujones sobrenaturales». El diablo, que siempre intenta imitar a Dios, también nos empuja pero no debemos aceptar esos impulsos para mantener el contacto con Jesús. Sin un buen discernimiento podríamos terminar haciendo ciertas cosas pensando que es Jesús quien nos empuja a hacerlo, cuando en realidad estamos siendo movidos por el Diablo.