Un lobo no conseguía comer lo suficiente debido a la vigilancia del pastor. Lo intentaba día tras día, pero el pastor no perdía de vista a su rebaño. Un día, el lobo encontró una piel de oveja tirada y olvidada. Se vistió con la piel y se paseó por el prado con las ovejas. Poco después llevó a un corderito fuera del grupo y se lo comió rápidamente.
Aquella noche, el lobo, haciéndose pasar por oveja, entró en el redil con el rebaño para dormir con ellas. Pero sucedió que el pastor quería esa noche un caldo de cordero y, cogiendo un cuchillo, se dirigió al redil. Allí, al primero que echó mano y mató fue al lobo.
Me gustaría utilizar esta fábula tan conocida para reflexionar sobre la rectitud de intención como cristianos y ser un auténtico cristiano. El lobo tenía una doble intención, pretendía ser una oveja más, pero no lo era; se cubría con la piel de oveja para presentarse como oveja, pero era lobo.
Cuando nos centramos más en aparentar ser buenos cristianos que en serlo realmente, nos estamos cubriendo con la piel de un cristiano cuando en realidad no lo somos. ¿Cómo sabemos cuándo estamos haciendo esto? Ser cristiano significa pertenecer a Cristo o ser reconocido como miembro de Cristo. Cristo vino a hacer la Voluntad de Dios y no su propia voluntad: No he bajado del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado (Jn 6, 38). Por lo tanto, si queremos pertenecer a Cristo o ser sus miembros, debemos intentar cumplir la Voluntad de Dios en nuestras vidas como Jesús la cumplió en la suya.
Incluso si cumplir la Voluntad de Dios es difícil o pone en riesgo nuestra vida, debemos estar dispuestos a hacer cualquier sacrificio que nuestro Padre celestial nos pida. Debemos imitar a Jesús, que estuvo dispuesto a dar su vida aunque le resultara muy duro, como queda claro durante la agonía en el Huerto de Getsemaní: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya (Lc 22,42)
Cuanto mejor cumplamos la Voluntad de Dios en nuestra vida, más auténticos cristianos seremos. Esto significa que no basta con intentar ver Su Voluntad en cosas importantes como nuestra vocación o en las grandes decisiones, sino también en las pequeñas cosas. Para tener realmente rectitud de intención debemos buscar la Voluntad de Dios en todo lo que hacemos; debemos estar dispuestos a renunciar a nuestra propia voluntad cuando nuestros planes sean distintos de los planes de Dios y no debemos tratar de seguir nuestros planes como si fueran los planes de Dios. Si hacemos esto, estamos cubriendo nuestros planes con una piel cristiana, pero la realidad es que no es la Voluntad de Dios. Debemos ser sinceros con nosotros mismos y discernir si nuestro plan está de acuerdo con el plan de Dios.
Santa Teresa de Jesús dice: «No se trata de tener o no el hábito de la religión, sino de tratar de ejercitar las virtudes y de rendir nuestra voluntad a la Voluntad de Dios en todo, y que el desarrollo de nuestra vida sea el que Su Majestad quiera, y que no queramos que se haga nuestra voluntad, sino la Suya.»