Se cuenta la historia de un rey que tenía un amigo muy cercano con el que creció. El amigo tenía la costumbre de mirar cada situación que ocurría en su vida (positiva o negativa) y comentar: «¡Esto es bueno!»
Un día, el rey y su amigo iban de caza. El amigo cargaba y preparaba las armas para el rey. Al parecer, al preparar una de las armas, el amigo había hecho algo mal, porque después de coger el arma, el rey la disparó y se le voló el pulgar.
Examinando la situación, el amigo comentó como de costumbre: «¡esto es bueno!». A lo que el rey respondió: «¡No, esto no está bien!» y, furioso, envió a su amigo a la cárcel.
Aproximadamente un año después, el rey estaba cazando en una zona peligrosa. Unos caníbales lo capturaron y lo llevaron a su aldea. Le ataron las manos, apilaron leña, colocaron una estaca y lo ataron a ella. Cuando se acercaron para prender fuego a la leña, se dieron cuenta de que al rey le faltaba un pulgar. Como eran supersticiosos, nunca comían a nadie que no estuviera entero. Así que, después de desatar al rey, lo enviaron a su casa.
Al volver a casa, se acordó del suceso que le había quitado el pulgar y sintió remordimientos por el trato que había dado a su amigo. Fue inmediatamente a la cárcel para hablar con su amigo. «Tenías razón», le dijo, «fue bueno que me volara el pulgar». Y procedió a contarle al amigo todo lo que acababa de suceder. «Siento mucho haberte enviado a la cárcel durante tanto tiempo. Hice mal».
«No», replicó su amigo, «¡esto es bueno!». «¿Qué quieres decir con ‘esto es bueno’? ¿Cómo puede ser bueno que haya enviado a mi amigo a la cárcel durante un año?». «Si no hubiera estado en la cárcel, habría estado contigo y los caníbales me habrían comido».
Esta historia nos recuerda una verdad muy importante: «detrás de cada acontecimiento de nuestra vida hay algo bueno», pase lo que pase, por malo que haya sido. Dios, en su amorosa providencia, siempre produce un bien. ¿Por qué? Porque Dios permite que ocurra el mal sólo en la medida en que puede sacar de él algo bueno.
Si bien es cierto que no siempre es fácil ver el bien que hay detrás de un acontecimiento malo, también es cierto que el bien siempre está ahí y debemos aprender a descubrirlo. «Dios Todopoderoso -escribe san Agustín-, porque es soberanamente bueno, nunca permitiría que existiera ningún mal en sus obras si no fuera suficientemente poderoso y capaz de sacar el bien del mal mismo.»
Hay pruebas irrefutables de que esto es así. Hemos sido reconciliados con Dios a través del peor acontecimiento de la historia de la humanidad: cuando los hombres mataron a Dios encarnado. En efecto, si siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, cuánto más, una vez reconciliados, seremos salvados por su vida (Rm. 5,10).
A veces el problema radica en la forma en que vemos nuestra vida. En lugar de ver nuestra vida como un camino para ir al cielo, vemos nuestra vida como si estuviéramos aquí para siempre y lo más importante fuera tener una buena vida aquí en la tierra. Debemos recordar siempre lo que escribió Santa Catalina de Siena: «Todo procede del amor; todo está ordenado a la salvación del hombre. Dios no hace nada que no sea para este fin».