Cuando los miembros de la Iglesia oriental (incluidos los ortodoxos) desean a alguien una Feliz Pascua, lo hacen con una afirmación de fe: «Cristo ha resucitado». Y la respuesta apropiada es: «Ciertamente ha Resucitado».
Un día le pidieron a un obispo ortodoxo de la Unión Soviética que presentara la posición cristiana en un debate sobre religión.
Dejó que el ferviente comunista que se le oponía tuviera la primera palabra. Pronunció un largo discurso explicando que Dios no existía, y mucho menos el Hijo de Dios, y ensalzó las virtudes del comunismo. Tras la intervención del líder comunista, le tocó el turno al Obispo.
El Obispo se limitó a decir: «Cristo ha resucitado». El público, algunos por fe, muchos por costumbre, respondió: «Ciertamente ha Resucitado». «Gracias», respondió el Obispo, y volvió a su asiento. No hacía falta decir nada más.
La resurrección de Jesús es el hecho irrefutable de que Él es Dios y de que tiene poder sobre la vida y la muerte. No necesitamos nada más; el mundo no necesita otro testimonio que éste: Cristo ha resucitado. Tenemos ese testimonio porque Su resurrección fue un hecho histórico. Todos los evangelistas repiten constantemente este hecho: Cristo ha resucitado.
«Tenemos tres cosas increíbles, todas las cuales ya han sucedido. Es increíble que Jesucristo haya resucitado en la carne y ascendido con la carne al cielo; es increíble que el mundo haya creído una cosa tan increíble; es increíble que muy pocos hombres, de nacimiento humilde y del rango más bajo, y sin educación, hayan sido capaces de persuadir tan eficazmente al mundo, e incluso a sus sabios, de una cosa tan increíble. De estas tres cosas increíbles, las partes con las que estamos debatiendo se niegan a creer la primera; no pueden negarse a ver la segunda, que son incapaces de explicar si no creen la tercera … el mundo ha puesto la fe en un pequeño número de hombres, de nacimiento mezquino y el rango más bajo, y sin educación, es porque la divinidad de la cosa en sí parecía tanto más manifiesta en tales testigos despreciables … Pero si no creen que estos milagros fueron obrados por los apóstoles de Cristo para dar crédito a su predicación de su resurrección y ascensión, nos basta este gran milagro, que el mundo entero ha creído sin milagros. » (San Agustín, De Civitate Dei, 22,5).