Había una chica llamada Tanya a la que llevaron a la consulta de un médico con un vendaje sobre un tobillo dislocado. El médico le movió el tobillo de un lado a otro. Hizo movimientos muy bruscos, pero Tanya no sintió ningún dolor. Le quitó el vendaje y descubrió que tenía lesiones infectadas en el pie. Volvió a examinar el pie y profundizó en las heridas hasta el hueso. El médico quiso ver si Tanya reaccionaba, pero parecía bastante aburrida.
Su madre le contó entonces al médico algunos episodios que Tanya había tenido cuando tenía dos años: «Una vez fui a la habitación de Tanya y la encontré sentada en el suelo. Estaba dibujando remolinos rojos con los dedos sobre plástico. Al principio no me di cuenta, pero cuando me acerqué, grité de horror. Era horrible. Tanya se había cortado la punta del dedo, sangraba y esa era la tinta con la que hacía sus dibujos. Grité horrorizada: «Tanya, ¿qué te pasa? Me sonrió y lo comprendí todo al ver la sangre que manchaba sus dientecillos. Ella misma se había mordido el dedo y estaba jugando con su sangre». Durante varios meses, los padres de Tanya trataron de impedir que se mordiera los dedos. Pero ella se los mordía todos, uno a uno. El padre la llamaba «El Monstruo».
El Dr. Brand escribe: «Tanya no es un monstruo, sino un ejemplo extremo o una metáfora humana de lo que puede ser la vida sin dolor. La vida sin dolor puede causarnos un daño enorme. El dolor nos dice que estamos enfermos y que necesitamos curarnos».
La moraleja de esta historia es que si no hubiera dolor, la salud sería imposible, lo que significa que necesitamos el dolor para recuperar la salud. Algo parecido ocurre en la vida espiritual: sin sufrimiento no hay vida del espíritu ni vida espiritual profunda.
El dolor no significa necesariamente que vayamos a recuperar la salud; el dolor es un medio o una alarma que nos indica que algo va mal y necesita nuestra atención. Del mismo modo, el sufrimiento no significa necesariamente que vayamos a profundizar en nuestra vida espiritual. El sufrimiento es un medio para profundizar en nuestra vida espiritual, pero tenemos que utilizar este medio de forma correcta y no de forma superficial.
El sufrimiento es un medio para profundizar o crecer en nuestra vida espiritual, ya que está relacionado con el sacrificio, que es el acto religioso por excelencia. Ofrecemos o inmolamos una víctima a Dios para reconocer su dominio sobre nosotros. La oblación es una forma de entregarle la víctima y permitirle que la utilice como quiera.
A través de los sufrimientos debemos hacer que esto suceda con nuestra vida. A través de nuestros sacrificios diarios, tenemos que inmolarnos y hacer de nuestra vida una ofrenda agradable para Él. Él tomará nuestra ofrenda y la cambiará por vida sobrenatural. Santa Teresa de Jesús dice: «Dios toma lo que le damos; pero no se da totalmente hasta que no nos damos totalmente a Él». (Camino de perfección, 28,12).