Un hombre rico hizo un interesante encargo a un pintor. Su cuadro debía representar sólo un gallo, pero lo más fielmente posible. Tras el encargo, el hombre esperó varios años sin tener noticias del pintor. Finalmente, se cansó tanto de esperar que fue a ver qué pasaba con el cuadro. No encontró ni una sola línea dibujada. El pintor obligó al comerciante a sentarse, se puso a trabajar y en un cuarto de hora el cuadro estaba terminado. Una obra maestra irreprochable. El hombre estaba entusiasmado. Cuando llegó el momento de pagar, se quedó estupefacto al oír la enorme suma que el pintor se atrevía a exigir por aquel trabajo de «un cuarto de hora», y estalló de indignación. Para contenerle, el pintor, con un gesto, le señaló el montón de papeles que había en la esquina de la habitación, y que tenía la altura de un hombre. En cada hoja había dibujado un gallo, y dijo: «Estos cuadros los he pintado durante tres años, y sólo con tan largo ejercicio he alcanzado la destreza para poder hacer en tan poco tiempo y con tanta perfección un cuadro del mismo tema. Ahora, pues, debo cobrar el precio de mis tres años de trabajo en su gallo». El hombre aceptó y pagó la suma solicitada.
Algo parecido ocurre con el fortalecimiento de la voluntad. Si queremos que nuestras pasiones lleguen un día a obedecer en todo a nuestra voluntad con facilidad y perfección, y a practicar el bien que hemos proyectado en nuestro entendimiento, necesitamos un ejercicio continuo de años y años. Con la paciencia con que el pintor trazaba sobre el lienzo las líneas del cuadro que tenía en su mente, debemos trabajar en fortalecer y modelar nuestra voluntad.
No debemos desanimarnos por nuestras faltas o por las dificultades que encontramos al trabajar en el fortalecimiento de nuestra voluntad. Para el pintor, cada nuevo cuadro era más fácil que el anterior, y el último le llevaba sólo un cuarto de hora. Del mismo modo, en el campo de la educación de nuestra voluntad, al principio siempre es más difícil, pero poco a poco se hace más fácil. Cuanto más conquistamos nuestras pasiones, más fácil nos resulta controlarlas.