El amor ayuda a curar las heridas

En septiembre de 2005, Fabián Chávez, huérfano y alcohólico de 25 años, mató a golpes a Mariano Drew, de 27, en El Hoyo, Chubut, Argentina. Durante el juicio por el asesinato, Ana María, la madre de Mariano, comenzó a acercarse a Fabián, diciendo: «Sólo la oración alivia mi dolor cada día. Ayer, cuando fui a la iglesia de San Cayetano, recé a la Virgen María y pensé en que mi hijo estaba con Dios. Pero también pensé en ti, tan joven. No te haré daño. Sólo quiero darte esto», y le colocó un rosario alrededor del cuello. Y continuó: «Dios cura las heridas. Yo te perdono. Y si mi hijo te ofendió, te pido perdón. Yo le quería. No quiero que sufras. El destino que te espera me duele. Hay tanta violencia en este mundo. Has sido víctima de ella desde que naciste». Abrazándole, concluyó: «El amor también ayuda a curar las heridas».

A primera vista, este acontecimiento nos sorprende y nos llena de emoción. Que una madre, destrozada por el dolor de la muerte de su hijo, le diga al asesino de su hijo que le perdona, le regale un rosario, le abrace e incluso le diga que no quiere que sufra, es algo que no vemos todos los días. Para la lógica del mundo, es algo digno de admiración.
Sin embargo, para nosotros los cristianos, debería ser algo normal, algo que hacemos todos los días, porque como dice Jesús, si no hacemos esto, no somos cristianos. Si no lo hacemos, actuamos como todas las personas del mundo que aman a sus amigos y odian a sus enemigos, y todavía no hemos entendido el mensaje de la cruz. Sí, para la lógica del Evangelio, es la forma ordinaria de reaccionar.

Es el mensaje de la cruz el que encierra, entre otras cosas, esta lógica divina contraria a la lógica humana: la lógica de amar a nuestros enemigos. Porque si Dios no amara a los que eran sus enemigos por el pecado, no se habría encarnado y muerto en la cruz: Siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo (Rom 5,10).

Aunque pudiera parecer que no existe una conexión necesaria entre ser perdonado por Dios y perdonar a quienes nos han hecho daño -porque podríamos pensar que Dios no necesita que perdonemos a quienes nos han ofendido para que Él nos perdone-, de hecho, sí existe una conexión. Porque el perdón de Dios implica aceptar el amor de Dios, y el amor de Dios no puede entrar en nuestro corazón mientras haya odio en él. El odio de no perdonar o no amar a quienes nos han herido crea una barrera o un obstáculo que impide que el amor y la gracia de Dios entren en nuestro corazón.

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