En uno de esos experimentos científicos con animales, los científicos pusieron un mono en una jaula y pusieron un plátano fuera de la jaula. La puerta de la jaula estaba cerrada y se suponía que el mono debía abrirla para poder salir y comerse el plátano. Para abrir la puerta, el mono necesitaba ser un poco astuto. Después de intentarlo varias veces, el mono no pudo abrir la puerta.
Después de un rato, los científicos colocaron junto al mono otra jaula con un ser humano adentro y un plátano afuera. La persona abrió la puerta, salió y se comió el plátano. Una vez que el mono vio cómo la persona abrió la puerta, el mono imitó a esa persona y abrió la puerta y se comió el plátano. Aunque este experimento se hizo para estudiar el cerebro, me gustaría aprovecharlo y aplicarlo a nuestra vida espiritual, aunque no se aplica del todo a ella, ya que las parábolas tienen sus límites.
Podemos ser comparados con el mono en la jaula y la jaula representa el pecado. No pudimos abrir la puerta por nosotros mismos, al igual que el mono no pudo abrir la puerta por sí mismo. La persona que estaba en la otra jaula representa a Jesús que murió en la cruz liberándonos del pecado, y también mostrándonos cómo abrir la puerta de la jaula para obtener el plátano, que representa Su amor.
En otras palabras, podemos abrir la puerta al morir en la cruz, imitando así a Jesús que nos abrió la puerta del pecado al morir en la cruz. Una vez que abrimos la puerta, podemos amarlo. Muchas veces preguntamos ¿por qué tengo que sacrificarme? o ¿por qué tengo que renunciar a este o aquel deseo?
La respuesta es que esas renuncias nos ayudan a imitar a Jesús; esas renuncias nos permiten abrir la jaula para amar a Jesús. Los deseos hacen que nos quedemos dentro de la jaula, y no podemos estar dentro de la jaula y amar a Jesús porque Su amor está fuera de la jaula, como el plátano. Si queremos amar a Jesús necesitamos ser liberados de la jaula.
Solemos pensar que Él no quiere amarnos si no hacemos lo que Él quiere que hagamos. Sin embargo, el problema no es que Él no quiera amarnos, sino que el problema es que no somos capaces de amarlo mientras estamos dentro de la jaula. Por lo tanto, debemos trabajar para poder amarlo. Para hacer eso, necesitamos salir de la jaula, y salimos de la jaula imitando a Jesús. No hay otro camino, ya que nuestras limitaciones, como la falta de astucia del mono, no nos permiten abrir la jaula si no lo imitamos.