El dolor es el precio que pagamos por el amor

El 9 de abril de 2021 falleció el príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel durante 73 años. Durante esos días, una foto dio la vuelta al mundo. En ella se veía a la reina sentada sola en el coro de la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor.

En la ceremonia íntima, a la que solo asistieron 30 familiares cercanos, la reina se sentó sola debido a las restricciones por la COVID-19 y las normas de distanciamiento social, que le obligaban a permanecer en una «burbuja» con respecto a los asistentes, a fin de mantener una distancia de dos metros con ellos.

Wilfred Frost, presentador de la CNBC, dijo esa mañana que «la «burbuja» de la reina era su marido antes de su muerte». Añadió que el hecho de que estuviera sola en su funeral era bastante conmovedor, ya que «literalmente no tendrá ningún hombro en el que llorar».

Sin embargo, esa no fue la única foto de la ceremonia que dio la vuelta al mundo. Había otra foto más. Se trataba de la carta y la corona de flores que la reina colocó sobre el ataúd del duque de Edimburgo. El sobre que contiene la carta dice: «En amoroso recuerdo, Lilibet». Y, al parecer, en esa carta manuscrita, ella dice: «El dolor es el precio que pagamos por el amor». La cita completa que contiene «el dolor es el precio que pagamos por el amor» fue escrita por el Dr. Colin Murray Parkes y se encuentra en su libro Bereavement: Studies of Grief in Adult Life (El duelo: estudios sobre el dolor en la vida adulta).

Más allá del significado que esas palabras tenían para la reina (ya que en esa carta su dolor probablemente significaba tristeza más que sufrimiento) o para el autor del libro (el libro trata sobre la muerte, por lo que si no quieres sufrir la muerte de un ser querido, no debes amar a nadie), también es una frase que puede ayudarnos como cristianos, ya que ser cristiano y sufrir están íntimamente relacionados.

La vida cristiana debe estar marcada por la Cruz, lo que significa que, de diversas maneras, los cristianos añaden a los sufrimientos que la vida ya tiene en sí misma, más sufrimientos para vivir según el Evangelio. Sin embargo, todos esos sufrimientos deben ser sufrimientos causados por el amor. Deben ser el precio que pagamos por amar a Jesucristo y por querer ser sus discípulos.

Este es el significado de la penitencia: no sufrir por sufrir, sino sufrir para amar; aprender a amar, para poder amar como Jesús merece ser amado. Por lo tanto, las penitencias deben centrarse en ayudarnos a renunciar a nuestro egoísmo para que nuestra vida sea una entrega total a Jesús por amor. Deben tener como objetivo mantenernos alejados de cualquier cosa que pueda robarle a Jesús cualquier parte de nuestro corazón.

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