Los expertos en música dicen que cuando varias personas cantan sin el acompañamiento de un instrumento musical, como un órgano, puede haber una tendencia a bajar el tono; las voces bajan cada vez más. Por eso, si el coro no está acostumbrado a cantar sin acompañamiento, normalmente el director del coro tiene un diapasón oculto que utiliza de vez en cuando para recordar amablemente a los cantantes que suban el tono.
En la vida cristiana y espiritual, a menudo ocurre lo mismo. En medio del ajetreo de la vida cotidiana, los niveles de la vida espiritual disminuyen lentamente. Por eso es tan importante contar con esos diapasones espirituales que nos proporciona la Iglesia para recordarnos de vez en cuando que debemos elevar nuestro espíritu: examen diario de conciencia, Ejercicios Espirituales, meditación sobre la Pasión, momentos de oración ante el Santísimo Sacramento, etc. Estos son algunos de los diapasones que debemos utilizar para mantener nuestro espíritu siempre elevado, hacia Dios.
El descenso de nuestro espíritu se produce por las tendencias opuestas entre nuestro cuerpo y nuestra alma; nuestro cuerpo siempre nos empuja hacia abajo, hacia las cosas terrenales. Esta tensión es la gran lucha de la existencia humana; la carne lucha contra el espíritu, como dice San Pablo: Porque la carne tiene deseos contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne; estos se oponen entre sí (Gálatas 5, 17). Necesitamos comprobar constantemente si estamos caminando en la dirección correcta, hacia arriba, hacia Dios.
La lección es clara: no debemos vivir como si este mundo fuera todo lo que hay. El cuerpo es temporal, pero el alma es eterna. Si pasamos nuestra vida persiguiendo solo lo que perece, perderemos lo que dura para siempre. Pero si disciplinamos el cuerpo, elevamos el alma y buscamos a Dios por encima de todo, encontraremos la alegría que nunca se desvanece: Porque si vivís según la carne, moriréis; pero si por el espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis (Rom 8, 13).
