Fábula del león enfermo y los zorros

En una región lejana de la selva, el Rey León había caído gravemente enfermo. Su rugido, que solía resonar con fuerza por toda la selva, se había debilitado. Los animales, al enterarse de su enfermedad, empezaron a visitarle uno a uno para expresarle su preocupación y desearle una pronta recuperación. Sin embargo, los zorros no quisieron entrar. Estaban fuera observando, o vigilando, la situación.

Uno de los zorros, llamado Zara, que llevaba un rato observando desde lejos cómo los animales entraban en la cueva del león, se dio cuenta de que no todos salían. Esto le pareció muy sospechoso. Otro zorro, llamado Ziro, se acercó a Zara y le preguntó: «¿Por qué no vamos a visitar al Rey León y le mostramos nuestro respeto?».

Zara, con mirada astuta, respondió: «Fíjate bien, amigo mío. Todos entran, pero no todos salen. No me fío de esa situación». Ziro empezó a observar atentamente y se dio cuenta de que lo que Zara le había dicho era cierto. Al final, ambos zorros decidieron alejarse de la cueva del león.

Poco después, se supo que el león, aunque enfermo, no había perdido su instinto depredador. Aprovechaba las visitas de los animales para atraparlos y alimentarse de ellos. Los zorros, gracias a su vigilancia y astucia, consiguieron evitar caer en la trampa del león.

La sagacidad, como dice Santo Tomás de Aquino, es parte casi integrante de la virtud de la prudencia (II-II,49,4) porque es propio del prudente formarse un juicio recto sobre la acción que va a realizar y la vigilancia es necesaria para poder discernir lo que conviene hacer. Pues una acción que puede ser buena, como visitar al león, puede no ser conveniente dadas las circunstancias y la observación es necesaria para saberlo.

Si no comprendemos correctamente la situación en la que estamos envueltos no podremos juzgarla correctamente, y como consecuencia no actuaremos con prudencia. Para comprender y juzgar correctamente también necesitamos observar la situación.

Observar no es sólo ver, oír, etc., sino ver con sagacidad, discernir la situación, para ver realmente lo que ocurre y tomar la decisión correcta. Santo Tomás dice: «La sagacidad tiene que ver con el descubrimiento del término medio… en los silogismos prácticos, como, por ejemplo, cuando se ve que dos hombres son amigos, se considera que son enemigos de un tercero, como dice el Filósofo (Poster. i, 34). De este modo la sagacidad pertenece a la prudencia». (S.Th., II-II, 49,3 ad 1).

Homilía Diaria

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