La misericordia mata nuestro egoísmo

Una vez, el obispo de Mantua, Giuseppe (José) Sarto, quien más tarde sería el Papa y San Pío X, fue calumniado públicamente por un comerciante. Más de una vez le aconsejaron que denunciara judicialmente al calumniador, pero a este consejo el obispo respondió: «Ese pobre hombre necesita más la oración que el castigo». Así que no tomó ninguna acción contra el calumniador.

Con el tiempo, el comerciante empezó a fracasar en su negocio, hasta el punto de que tuvo que declararse en quiebra y quedó arruinado, perdiéndolo todo y sin tener ni siquiera para comer.

Cuando Giuseppe Sarto se enteró de la difícil situación del pobre hombre, no dudó en ayudarle. Para no humillarlo, en lugar de prestarle ayuda directamente, entregó un sobre con dinero a una mujer dedicada a obras de caridad para que se lo diera. Le dijo: «Dile que este dinero viene de la mujer más misericordiosa que existe, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro».

Aunque esta historia podría clasificarse como un relato de misericordia, yo la clasificaría más bien como una historia de superación del egoísmo, que en realidad es una de las caras de la misericordia. Por supuesto, la misericordia consiste en ayudar a los demás, pero también en renunciar a nosotros mismos. Para ayudar o dar a los demás, debemos renunciar a algo, y muchas veces lo que debemos renunciar es a nuestro egoísmo, especialmente cuando la misericordia está relacionada con el perdón.

Por eso el P. Pinckaers dice que «la misericordia es el adversario más completo de nuestro egoísmo» (Servais Pinckaers, Pasiones y virtudes, p. 28), porque, como sigue explicando, la misericordia nos lleva a realizar acciones contrarias a los impulsos egoístas. De este modo, la misericordia frena nuestras malas reacciones suscitadas por el egoísmo.

Por ejemplo, cuando nuestro egoísmo quiere que seamos duros porque algo no nos gusta, la misericordia nos hace sensibles y considerados, tal como reaccionó San Pío X ante la calumnia del comerciante. Cuando nuestro egoísmo quiere culpar o reprochar a otro, como podría haber hecho San Pío con este mercader diciendo: «Dios te castiga porque me has calumniado», la misericordia nos impulsa a hacer algo útil y amable. Cuando nuestro egoísmo busca humillar a alguien, la misericordia nos hace suaves y tolerantes, como lo fue San Pío al enviar a esa mujer en lugar de ir él mismo. Existen muchos más ejemplos de cómo la misericordia nos ayuda a superar nuestras reacciones egoístas.

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